domingo, 23 de enero de 2011

Mi reflexión sobre Ética y Evaluación.


Podemos señalar que la evaluación es un sinónimo de valoración, puesto que a partir de diferentes parámetros emitimos un juicio respecto a alguien o algo, pero cuando evaluamos a personas ¿Dónde están los límites? ¿Quién pone los parámetros?. La evaluación es un acto que realizamos cotidianamente, puede significar medir o calcular, pero también puede ser valorar o juzgar.
Como docentes debemos evaluar diariamente a nuestros alumnos y también nuestras propias prácticas. La evaluación debe servirnos para retroalimentar, mejorar nuestra experiencia y los procesos educativos, y al alumno debe darle la oportunidad de corregir errores, aclarar dudas, valorar sus aprendizajes, reafirmar fortalezas, lo que produciría un aumento en su autoestima y confianza.
Evaluar es una responsabilidad que debe asumir el profesor, debiendo aplicar los criterios más adecuados para que la evaluación cumpla con su objetivo, que es la de ser útil, para mantener o mejorar las prácticas y no se realice sólo para llenar documentos.
Muchas veces se ve la evaluación como una forma de ejercer poder, para que el alumno trabaje o cambie de conducta. Para cambiar esta visión, tendremos que dejar atrás la idea de que su único sinónimo es calificación.
El profesor no debe usar la evaluación como un instrumento de poder, ni para etiquetar, clasificar, o menospreciar a sus alumnos, tampoco debe evaluar lo que no conoce, ni usar la evaluación como un recurso de presión. Deberá respetar a los evaluados, tener sensibilidad para valorar o emitir un juicio, teniendo siempre presente las consecuencias que esta puede tener para el alumno o como puede afectarle.